La primera y única vez que escuché la frase fue hace unos años
y desde entonces he venido comprobando, una vez tras otra, la verdad que
encerraban aquellas palabras, que, visto lo visto desde entonces, a muchos les
pasaron inadvertidas. Y diciendo muchos me quedo corto. Debo confesar que, en
realidad, estoy convencido de que apenas nadie le prestó atención a aquella
frase de boca de Felipe González, dejando al margen al entrevistador, más y
cuando él mismo se encarga de vez en cuando de recordar que transita con esa
sensación de ser un jarrón chino, un florero. Además, y por si fuera poco la falta
de atención que se le presta al Sr. González cuando suelta una frase
encriptada, está la memoria, que es débil, muy olvidadiza, cada día más.
Incluso alguien tan impertinente como yo, que suelo recordar hasta lo que no ha
ocurrido, no recuerdo a qué vino el pronunciarla, pero sí que la soltó cuando
ya estaba apartado de las labores de presidente, durante el gobierno náusea de
uno de los peores gobiernos que España haya sido capaz de soportar. Uno de esos
gobiernos de ineptos y zurupetos que de tanto en tanto se encaraman a la manivela
de hacer billetes y acaban con luxación de hombro, ellos, y con miles de
millones de deudas, nosotros. Recuerdo que el ex presidente dijo que la frase
se la había dicho una persona, a la que él tenía por sabia y con las suficientes
horas de vuelo en el mundo de la política como para regalar algún que otro
consejo. Pero lo de menos en este caso es quién se la dijo, cuándo, porqué y si
las palabras fueron exactamente aquellas, porque tampoco yo las voy a
transcribir tal y como las dijo el ex presidente. No hace falta. Hasta con tachones
y faltas de ortografía se entenderían perfectamente porque su fuerza reside en
el sentido. A mí, particularmente, me parecen de una fuerza tal que, por sí
solas, y analizadas fríamente, son capaces de desmontar el andamio ideológico de
cualquiera que no utilice la cabeza únicamente para llevar sombrero; son un
torpedo de un millón de kilotones en la línea de flotación de la mayor patraña en
la que embarcaron a la Humanidad, hace siglos. Y ahí navega ella, remando. La
frase fue, más o menos, la siguiente: “…tal persona me dijo: tenga usted
cuidado porque siempre habrá alguien más a la izquierda que usted.”
No haré más preguntas, Su Señoría.
Sal corriendo de esta página si lo que buscas es Historia manipulada, corrección política, música para aquejados de sordera musical, lecciones de cultura, de vida o simplemente de nada: esta no es la página que buscabas.

Bon vivant
domingo, 29 de septiembre de 2019
miércoles, 25 de septiembre de 2019
Efemérides
Faltan tres días (aviso con la
suficiente antelación para que dé tiempo a preparar los festejos con la pompa y
el boato que la ocasión merece) para la efeméride de los cinco meses
desconectado de toda noticia política emitida por un medio de comunicación, sea
cual sea el canal que utilice, la hora, la voz o el estilo de letra. Si usted
pensara que es casualidad que esa fecha coincida con la fecha de las últimas
elecciones celebradas en España, se equivocaría. No lo es. Fue una desconexión
autoimpuesta, parecida al abandono de la costumbre de fumar tabaco: porque me
dio la gana. Sin más explicaciones ni preámbulos, como creo que tienen que
hacerse las desconexiones con todo aquello que perjudique gravemente nuestra
salud, una vez tomada la decisión. El resultado suele ser, ante todo, higiénico,
terapéutico; me atrevería a decir que salvífico, de tal manera que habiendo
pasado tan solo cinco meses desde que presté atención por última vez a no sé
quién que decía no sé qué sobre no recuerdo quién, mi sensación de felicidad ha
experimentado un aumento exponencial. Si antes me consideraba una persona feliz,
ahora también, pero elevada al cubo. Ya sabe usted que los consejos no sirven
de nada porque, de tener algún valor, no se regalarían: se venderían. Pero
hágame caso, aunque sea por una vez en su vida: imíteme. Imíteme en lo de dejar
de escuchar, leer o ver noticias; en el resto de cosas no es aconsejable
imitarme.
Cómo será mi estado de feliz
ignorancia, que ahora mismo desconozco si los miembras y las miembros de una
especie de tribu que corría por estos pagos fletaron ya unas carabelas y
partieron en busca de alguna Venezuela por descubrir, armados con sus ideas de
otro para imponer al prójimo un estilo de vida que no querrían para ellos ni en
la peor de sus pesadillas, y mucho menos para sus hijos. Ignoro si a estas
horas de la noche se habrá aprobado ya la tan ansiada ley por la que todo
político se someta semanalmente a la prueba del polígrafo, al alcoholímetro y
al test de drogas. Ignoro todo. Desconozco el momento. Pero, de vez en cuando,
olvidándome por un instante de si la folclórica de turno habrá escapado a nado de
la isla radiactiva, Capítulo 6, no está tan mal sentarse a pensar durante un
par de segundos, justo hasta que me duele la cabeza del esfuerzo titánico.
Y me digo yo a mi mismo…
¿Alguna vez nos hemos parado a
pensar sobre el personal que está invadiendo la política de nuestro país y,
sobre todo, por qué? Si usted tuviera una empresa… ¿contrataría a esta gente para
cualquier cometido a sabiendas del riesgo que correría? Cómo llega un país a
aceptar que la gente que tiene que tomar las decisiones más importantes sobre
ese país y la vida de sus gentes carezcan de la más mínima categoría,
inteligencia (la maldad no es inteligencia, es maldad) y bagaje profesional. En
qué nos han convertido que aceptamos que, en esta supuesta democracia, el
recuento de votos de unas elecciones (el único momento en el que, según dicen,
tú decides) (ay, ay, ay, ya, ya pasó…la risa, otra vez) lo pongan en manos de
unas empresas que lo llevan a cabo …¡¡¡CON UN PROGRAMA INFORMÁTICO!!! Sólo hay
algo más manipulable que el ser humano: un programa informático.
Los países permiten que, a los
puestos donde se decide sobre la vida y hacienda de los demás, en lugar escoger
para ello a las personas más
capacitadas, a las que serían capaces de tomar las mejores decisiones para el
bien común a cambio de remuneraciones por encima de lo que obtendrían en la
empresa privada, pueda acceder mi tía Blasa y el presidente de mi escalera,
presidenta consorte incluida, cuando todos los vecinos sabemos que ese título
de doctor en billar a tres bandas que cuelga de la pared de su retrete es
falso. Falso como el Iscariote.
¿Y todavía quedan personas que se
preguntan por qué funciona así de mal el mundo y por qué los países y sus
gentes se cuelan por el desagüe de la historia?
Serán preguntas retóricas, ¿no?
domingo, 15 de septiembre de 2019
miércoles, 11 de septiembre de 2019
martes, 10 de septiembre de 2019
Sobre la Manipulación
No me extraña que el ser humano
sea tan manipulable si dicen que fuimos creados con barro. Cualquier día se
descubre que en realidad era plastilina del bazar Chang. En el ranking
universal de especies maleables con capacidad limitada de razonamiento, el ser
humano debe estar entre las cinco primeras; luchando a codazo partido por subir
al pódium e instalarse allí por un par de eternidades.
Manipulable: palabra que
siempre nos queda ajena porque suele pertenecer al ámbito de “el otro”. Es al
vecino a quien manipulan. Es a los baluchistanís. A los tontos, a los necios, a
los pobres, a los del tercero B. A cualquiera menos a nosotros, pensamos,
incapaces de abrirnos a la posibilidad de que seamos nosotros los que colgamos
al final de los hilos, de ver que la Edad Contemporánea dejó paso (o quizá
perteneció siempre), allá por los tiempos de Maricastaña, a la Edad de la
Manipulación.
Todos-estamos-de-cuatro-patas-ahí,
lamento anunciarle y no es por amargarle el yogur.
Y cuanto más progreso más
manipulación y más fácil ejercerla. Para verlo, basta con encender (de momento
encender; incendiar vendrá luego) un televisor a la hora de las noticias en
“prime time” y dejarlo así durante cincuenta segundos. Allá usted si se excede
en la dosis.
Progreso: una de esas
palabras que, cuando la oigo, me causa el mismo efecto que la palabra Mufasa a
las hienas del Rey León: me parto de risa y me estremezco de miedo. ¿Alguien es
capaz de mantener que el mundo está progresando en algo sin que se le descubra
beneficio por ello o el aliento le huela a cazalla de alambique casero? Recuerdo
que hubo un tiempo en que esa palabra se colocaba dos frases más allá, o más aquí,
de otra arma de manipulación masiva, ésta letal: La liberación de la mujer.
La liberación de la mujer:
ésta la inventaron en los años setenta e iba íntimamente asociada a las portadas
de las revistas y las películas en las que se podía ver a una mujer sin paños
menores. En aquel entonces ya me preguntaba qué tendría que ver eso con la
liberación de la mujer. En todo caso correspondería a la liberación del hombre
y la lesbiana, que eran los que disfrutaban del hecho, y no a la de la mujer.
En ese aspecto tendrían que haber sido hombres los que apareciesen desnudos
para alegrar la vista de las mujeres. Barrunto, y reconozco de antemano que
puedo estar equivocado, tanto en esto como en todo, que la liberación de
alguien, sea lo que sea, irá más por liberarlo, por ejemplo, de tener que
trabajar, en el mejor de los casos, ocho horas al día, más una hora de viaje,
más llevar una casa, más atender a los hijos, más un largo etcétera en el que
cada cual puede añadir su circunstancia personal. Y todo esto para ganar una
cantidad de dinero que, sumada a otra de igual calibre, permita vivir endeudado
durante el suficiente tiempo de una vida como para preguntarse “pero… ¿yo
qué he hecho?”
¿Aquello era la liberación de
quién? Perdone, no le oigo. La “liberación de la mujer” se parece más a una
venta de algo relacionado con la industria y su demanda que a nada que les haya
ahorrado frustración a millones de mujeres.
Y así podría seguir enumerando
palabras y frases del catálogo sin fin de la manipulación de las masas hasta el
fin de los años bisiestos. Es un pozo sin fondo. Particularmente, siempre me
divertía imaginar que los que inventaban estas cosas era un grupo reducido de
gente que se reunía por las noches a las diez con una caja de Jack Daniels y un
kilo de coca colombiana: a las once empezaban a desbarrar y a parir ideas con
las que burlarse del personal y amargarle la existencia. Por otro lado, desconozco
si una sola de las teorías de la conspiración que circulan por el mundo, con la
ayuda del aparato que estas mirando en este momento, es cierta en su totalidad,
en parte o en nada, pero he llegado a una disyuntiva a este respecto: o alguien
manipula a la Humanidad a su voluntad y antojo o la Humanidad es una especie
animal que no puede vivir en rebaño porque se autodestruye. Uno a uno,
maravillosos, eso sí.
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